En el Pumasillo

En el Pumasillo, entre las Garras del Puma

La sierra de Vilcabamba y sus nevados fueron un territorio olvidado durante siglos. En 1952 una expedición franco-norteamericana conquistó la cima del Salcantay, de 6.271 metros de altitud, en el extremo oriental de la sierra; y en 1957 una expedición británica de universitarios de Cambridge alcanzó la cumbre del Pumasillo. Desde allí vieron que hacia el oeste se prolongaba la sierra con montañas y nevados hasta entonces desconocidos, que atrajeron solo a unos pocos expedicionarios en las décadas siguientes.

En 2015 con la asociación Dacabalo y el club Luz Verde organizamos la expedición “Pumasillo Vilcabamba”, como un proyecto mixto de escalada en alta montaña y prospección arqueológica con dos grandes grandes retos deportivos: realizar la primera escalada a una gran pared de roca con forma de Garra del Puma que nadie había conquistado; y la ascensión al nevado Pumasillo, la segunda cumbre en altitud de aquella sierra, una cumbre helada considerada por algunos la más difícil.

Pretendíamos conocer mejor aquella sierra y promocionar el macizo del Pumasillo como destino internacional para escalada en hielo y roca; y la Dirección Regional de Comercio Exterior y Turismo del Cusco, Dircetur, nos apoyó con un microbús para el transporte del equipo, con el cual recogí a los alpinistas en el aeropuerto de Cusco y nos pusimos en marcha hacia Vilcabamba.

Los dos expertos montañeros asturianos, Salvador Muñoz y Roberto de Paz, se disponían a escalar la gigantesca garra de roca del Pumasillo, con apoyo de Juver Cobos. Mientras que el resto del grupo nos dirigimos hacia el gran nevado Pumasillo, las garras de hielo del puma. Formaban el grupo Rubén Suárez Carballo, Jesús Montero Pita, Pablo Fadeville Cajuso y Pablo Teijeiro López; con Pascuala Cobos Montalvo como jefa de arrieros, con tres ayudantes, diez mulas y dos caballos; nos pusimos en marcha desde Huancacalle por el camino inca que va hacia Choqqueqquirao, cruzando de norte a sur la sierra por el abra de Choquetacarpo.

Desde Huancalle hay dieciséis kilómetros de camino ascendente, que se hace más difícil a medida que el viajero se aproxima al estratégico paso de montaña. El abra de Choquetacarpo es un angosto paso a 4600 metros de altitud, muy cerca de los nevados, tras el cual se inicia un rápido descenso por un camino inca, escalonado en algunos tramos que lleva a un lugar adecuado para descanso y acampada del viajero, llamado Lazunpampa, el cual está a dieciocho kilómetros de Huancacalle y treinta y uno de Choqqueqquirao.

Al día siguiente seguimos el camino inca por el profundo desfiladero de Qhelqamachay entre paredes de rocas y gigantescas formaciones pétreas que parecían mitológicos guardianes de aquella sierra inexpugnable.

Después abandonamos el camino inca principal y tomamos hacia la izquierda un sendero ascendente hasta una planicie con lagunas llamada Cochapata donde acampamos. Un derrumbe en la ladera nos cortaba el camino, y tuvimos que buscar un estrecho sendero que trepaba entre rocas para superar la cresta de la montaña. Tras cruzar un bosque muy denso conocido como Kerviña, con grandes dificultades para las mulas cargadas, llegamos a un remoto valle glaciar llamado Mayuyoc, rodeado de barrancos y cumbres nevadas.

Nevado Choquetacarpo

Cuando instalábamos el campamento apareció saliendo del bosque un hombre amable y sonriente, dispuesto a guiarnos; se llamaba José García Gallego y traía un mensaje escrito de la cooperativa de campesinos de Yanama en el que se nos autorizaba a llegar con las mulas hasta la base del nevado Pumasillo.

La mayor parte de la sierra de Vilcabamba pertenece a comunidades campesinas, con propiedad comunal de la tierra. Pero aquella zona del macizo del Pumasillo está en el territorio de Yanama, distrito de Santa Teresa, donde la tierra de la antigua hacienda Huadquiña está repartida entre propietarios individuales asociados en una cooperativa campesina. Cuando el viajero abandona los caminos principales necesita autorización de los dueños de terrenos para llevar mulas y caballos, o para acampar. Generalmente se concede el permiso a cambio del pago de una cantidad que establece el propietario.

Estábamos a cuatro mil metros de altitud, a veinte kilómetros al norte de Choqqueqquirao, separados por el nevado Corihuaynachina con sus 5400 metros de altitud. José nos guio a través del tupido bosque hasta un oculto camino inca con tramos escalonados y acampamos en Fachacpata, una extensión de prados verdes rodeada de nevados con una enorme catarata al fondo del valle.

En la siguiente jornada llevamos nuestro campamento hasta la base del nevado Pumasillo a 4366 m.s.n.m. Nuestro equipo de seis alpinistas intentó la ascensión al nevado Pumasillo siguiendo la ruta de la expedición de Cambridge que alcanzó por primera vez aquella cumbre cincuenta y ocho años antes por la cara oeste.

Ya muy cerca de la cima, formaciones muy inestables de hielo y nieve —conocidas, conocidas como serac— y una grieta, larga y muy profunda, les impidieron el paso y no pudieron completar la escalada al nevado.

La garra de roca

Mientras tanto, superando dificultades Salvador Muñoz y Roberto de Paz consiguieron su objetivo de escalar la gran pared de las Agujas del Pumasillo, las garras de roca del puma. Comenzaron al pie de la pared a 4500 metros de altitud y llegaron a lo alto cuatrocientos metros más arriba, después de once días de escalada muy sacrificada. Era el doble del tiempo que habían previsto. La capa de musgo que cubría la roca dificultó su avance y pasaron cuatro noches durmiendo colgados en la pared, soportaron granizo, nevadas y una peligrosa tormenta eléctrica, pese a lo cual consiguieron coronar la cima abriendo la primera gran vía de escalada en las agujas del Pumasillo.

Oro, petroglifos y wankas

Además de sus atractivos naturales, en las montañas y valles del macizo Pumasillo se conservan muchos restos de culturas antiguas. Junto al abra de Choquetacarpo está la mina inca de Cayco, un profundo túnel excavado en la roca para extraer oro. Más al sur hay otra antigua mina llamada Ilda con la que los incas penetraron en la montaña un kilómetro para extraer oro y plata. Eran para ellos lágrimas de Inti, el dios Sol, y de su esposa Mama Quilla, la Luna. Los minerales eran transportados hasta Choqqueqquirao, “cuna del oro”; y allí fundían los metales sagrados para su envío a Cusco.

Abundan las rocas con formaciones singulares, lo cual tuvo mucha importancia en la construcción de sacralidad. Ya que desde tiempos remotos existía en los Andes la convicción de que algunos peñascos encarnaban fuerzas espirituales o mágicas; y que en ellos residían ancestros, o seres superiores.

En la aproximación al nevado Pumasillo desde el oeste, en el valle Mayuyoc encontramos un espacio singular. Una gran roca cubierta de grabados que formaban surcos profundos, paralelos y elípticos; como una gigantesca escultura de doce metros de longitud y cinco de altura. Era un afloramiento natural de andesita, piedra volcánica de color negruzco, cuyas formas caprichosas habían sido talladas para formar líneas paralelas y curvas. Tan sólo en la zona baja de la parte occidental estaba tallada en forma prismática. El sitio se llama Hatumpampa ­-que significa llanura grande, pero también superior, principal o sagrada,.

Cerca de aquella roca oscura, en una zona elevada destacando sobre la pendiente del valle, había una gran piedra hincada verticalmente en el suelo de 1.70 metros de alto. Era sin duda una wanka. Se considera en la tradición andina que en la wanka estaba duplicado el ancestro más notable del grupo familiar o del pueblo. El cual al morir se desdoblaba. Su cuerpo era momificado; mientras que su espíritu se consideraba petrificado en la wanka tutelar, un monolito que recibía ofrendas de la comunidad y favorecía el ciclo agrícola.

Las wankas protegían a todo un grupo social; junto a otras piedras menores, llamadas ramaderos, que protegían a una familia o fecundaban una parcela, por lo que también debían recibir ofrendas. Eran por lo general piedras alargadas o con formas singulares hincadas en la tierra en posición vertical, asociadas en ocasiones a petroglifos. Como las misteriosas líneas grabadas en la piedra oscura de andesita en el valle glaciar de Mayuyoc.

Habíamos avanzado un poco más en el conocimiento de la sierra de Vilcabamba y sus enormes posibilidades como destino de escalada y aventura, en contacto con la naturaleza y con la historia, recorriendo bellos caminos prehispánicos con largos tramos escalonados entre maravillosos paisajes.